domingo, 15 de septiembre de 2013

AMOR Y AMISTAD


LAS BODAS DE CANÀ

Jesús y sus primeros discípulos fueron invitados a una fiesta de bodas en el pueblo de Caná. Las fiestas de bodas en la época de Jesús duraban varios días.  Y los novios debían atender y alimentar a los invitados todos esos días.  A los invitados también se les servía vino.
Cuando Jesús llegó con sus amigos a la fiesta, ya su Madre, la Virgen María estaba en la fiesta.
Estando en plena celebración, los encargados de servir se preocuparon mucho.  ¿Por qué se preocuparon?
Porque se había acabado el vino y no había más para brindarle a los invitados.  ¿Ustedes se imaginan una fiesta donde les digan que tienen que irse porque se acabaron los refrescos?
La Santísima Virgen, que estaba ayudando a servir, se dio cuenta del problema que tenían esos pobres novios.  Y ¿qué hace la Virgen María?
Por supuesto va casa de su Hijo Jesús.  Le explica el problema diciéndole:  no tienen vino.
María le pide a Jesús
Jesús enseguida atiende a su Madre, que le está pidiendo que haga algo.  Y ese algo no es otra cosa que un milagro.  Le está pidiendo a Jesús que haga su primer milagro.
Si  Jesús hacía un milagro ahí y en ese momento, ya todos se iban a dar cuenta de que Jesús era Dios, o al menos que era alguien muy especial.
Y Jesús se asegura que la Virgen de verdad quiere que El se muestre ya como el Hijo de Dios.  Por eso le responde algo extraño a su Madre.
María entiende lo que Jesús le quiere decir y entonces ordena a los mesoneros:  hagan lo que El les diga.
Había allí unos jarrones inmensos que se usaban para tener agua a la entrada, para que los invitados se lavaran las manos bien al llegar.  Jesús les dice a los mesoneros que llenen esos jarrones.
Los mesoneros se preguntarían ¿qué vamos a hacer con tanta agua, si lo que necesitamos es vino?  Sin embargo, como María les había dicho que hicieran lo que Jesús les dijera, ellos obedecieron y llenaron los jarrones de agua.
Y cuando comenzaron a servir el agua que estaba en los jarrones, lo que salía era un vino bello de color y riquísimo de sabor.
¡Miren!  Decían los mesoneros:  ¡es vino, no es agua!  Estaban impresionados.  ¡Qué milagro!
Y era un vino tan gustoso, que el jefe de los mesoneros fue a hablar con el novio.
El novio ni se había dado cuenta de lo que estaba pasando, del milagro que había sucedido.  Pero el maestro de mesoneros le dijo: ¿cómo es que serviste el vino menos bueno al comienzo y has guardado para el final este vino tan maravilloso?
¡Claro!  Es que el vino lo había hecho Jesús con su milagro.
Los amigos de Jesús, sus Apóstoles sí se dieron cuenta de todo lo que había sucedido.